Todos hemos sentido en alguna ocasión una sensación similar. Ser diminutos, ínfimos, pequeños, tan chiquititos que todo a nuestro alrededor sea inmenso, grande, enorme, distante. Una sensación de espacios abiertos, de ser una hormiguita en una habitación vacía. Entonces todo lo que nos rodea carece de valor, de sentido, no es importante ni mucho menos útil para satisfacernos. Nos encontramos vacíos, solos, perdidos. Al borde quizás del colapso pero ni siquiera acertamos a adivinarlo. Las puertas y ventanas están cerradas y allí nos encontramos contemplando sin llegar a comprenderlo una situación compleja. Despertamos del sueño y volvemos a la tozuda realidad. El paso del tiempo nos ha dado gratos y memorables momentos pero poco a poco nos ha ido arrebatando amigos, seres queridos y sin saberlo ha marchitado nuestro ser ensimismado.
El televisor apagado, el punzante silencio solamente quebrantado por los trinos de algún pajarito deambulando por el exterior. Una guitarra a unos metros, un montón de libros por leer. Pero nada es suficiente para eliminar el pánico. La soledad crece y crece y cuanto mas vueltas le damos mas solos en verdad nos sentimos. Vivimos en una sociedad individualista, elitista, que prima lo estético, lo ficticio, la sonrisa del momento y el ingenio. La impostura de las formas y los tiempos. Si algo nos caracteriza como especie es ni mas ni menos nuestra sociabilidad. Nuestra necesidad de estar en contacto. ¿De quien? De quien sea, saber que hay alguien al otro lado, que nos escucha, que intercambia con nosotros inquietudes, reflexiones o pensamientos. Que llena con calor la habitación vacía. Pero no hay nadie mas.
Es el momento de enfrentarnos a la cruda realidad. Nadie sabe donde estamos, es probable que nadie lo sepa jamas y tan solo depende de nosotros salir de este lugar. Resolver el paradigma. El acertijo que nosotros mismos hemos creado. Eliminar ese barniz superficial que nos impregna de pies a cabeza y que impide a los demás acceder a nosotros para volver a llenar la habitación y sentirnos arropados. Confiar, compartir, intercambiar, mejorar. Todos hemos sentido en alguna ocasión una sensación similar.