La carga eléctrica. Hoy en día convivimos de manera natural con esta propiedad física. Nuestro día a día esta lleno de momentos relacionados con ella. Encendemos y apagamos interruptores, recargamos las baterías de nuestros móviles, disfrutamos de las coloridas ciudades adornadas con millones de bombillas todas las Navidades. Así, como quien no quiere la cosa, se ha convertido en algo indispensable, presente en todos lados y para muchos es como si siempre hubiese estado ahí; y es cierto. Sin embargo, nuestra relación con la carga eléctrica no siempre fue tan fluida. Digamos que como pareja, no ha sido fácil de conocer en profundidad y nos ha llevado un tiempo consolidar la relación.
Podemos imaginar que la primera cita fue bastante fortuita. Un flechazo a primera vista. Un tropiezo bastante negativo. De miedo a lo desconocido seguramente. Un rayo, un relámpago, truenos y centellas. Algún viejo homínido mirando al cielo y asombrado apelando a la brujería, la magia, o los Dioses que deseaban castigarle por alguna ofensa intolerable. No obstante, la primera referencia histórica mas allá de conjeturas pseudo-científicas la encontramos hacia el 600 a.C., en la Antigua Grecia, donde el razonamiento deductivo, las matemáticas y la filosofía estaban tan extendidas como el miedo a los rayos de Zeus.
En concreto, fue el filosofo griego Thales de Mileto, quien descubrió que al frotar el ámbar con seda, misteriosamente atraía otros objetos tales como cabellos o plumas. Observo el fenómeno producido por la carga eléctrica, es verdad, pero el no fue capaz de intimar lo suficiente y definir el concepto pese a tener sus sospechas. A Thales de Mileto le debemos el nombre, que deriva de la palabra griega elektron, cuyo significado es ámbar y que muchos siglos mas tarde seria utilizado y extendido para definir esta propiedad física de la materia. Para ello antes tendrían que sucederse miles de batallas, saqueos y retrocesos tecnológicos, la caída del Imperio Romano y la llegada del Edad Oscura. Un amplio paréntesis en nuestra relación hasta que en plena Edad Media, hacia el 1180 d.C. otro sabio, el monje ingles Alexander Neckman (1157-1217) fue capaz de observar otro fenómeno físico; el magnetismo. Aunque Alexander, mi tocayo, no se adentro mas allá si se dio cuenta de que dicho fenómeno podía señalar la dirección; dando lugar a la Brújula comúnmente utilizada a partir de entonces en navegación marítima por grandes expedicionarios como Cristobal Colon.
Conocido el nuevo mundo. En la vieja Europa, William Gilbert (1544-1603), medico y científico ingles empezó a investigar mas a fondo los fenómenos eléctricos, fue el quien acuño el termino eléctrico a la fuerza que se ejercía entre algunas sustancias al ser… frotadas. Comenzó a utilizar otros términos como «energía estática», «atracción eléctrica» o «polo magnético». Fue claramente seducido por la carga y empezó a indagar sobre esos fenómenos tan curiosos de origen desconocido. A Gilbert le sucedería el irlandés Robert Boyle (1627-1691) que descubrio que la fuerza eléctrica se podía transmitir en el vacío y observo la atracción y la repulsión mutua. O Stephan Gray (1666-1736) pintor y químico ingles que fue capaz de distinguir entre conductores y no conductores.
El hombre fruto de su vespertina curiosidad inicia a partir de entonces los mas locos experimentos para poder conocerla mas a fondo. Es el caso de Benjamin Franklin (1706-1790) este polifacético norteamericano considerado uno de los padres fundadores de Estados Unidos, definió la existencia de substancias eléctricamente positivas y eléctricamente negativas, dependiendo del exceso o defecto de dicha propiedad eléctrica definida por el como fluido denso que impregnaba la materia. Entre sus muchos experimentos destaca aquel en el que ato una cometa con esqueleto de metal a un hilo de seda, en cuyo extremo llevaba una llave metálica. Aprovechando una tormenta confirmo que la llave se cargaba eléctricamente demostrando a su vez que las nubes están cargadas eléctricamente y que los rayos del viejo Zeus, eran en verdad, descargas eléctricas naturales, no divinas. Y así… fruto de su amor por la ciencia y su temeridad invento el pararrayos.
Comienzan a sucederse descubrimientos cuya utilidad hoy en día es incuestionable. El físico italiano Alessandro Volta (1745-1827) inventa la primera batería eléctrica. ¿Con que finalidad os preguntareis? Pues aunque pueda sonar increiblemente descabellado, su descubrimiento consiguió zanjar un debate entre los defensores de la electricidad animal y los partidarios de la electricidad metálica. El seguramente nunca imagino la repercusión de su descubrimiento, aunque miles de animalistas, hoy día, respiran sumamente aliviados. El termino «Volt», voltio, seria utilizado como unidad para el Potencial Eléctrico en su honor, así como el mineral de Voltaíta o un prototipo presentado en 2004 por Toyota en el Salón del Automóvil de Ginebra. Inventada la batería, a Sir Humphry Davy (1778-1829) se le ocurre conectarle una pieza de carbon inventando la primera lampara eléctrica. La «lampara de arco».
Entre tanto, el fisico e ingeniero, Charles Augustin de Coulomb (1736-1806) fue también seducido por la carga eléctrica, en un flechazo eléctrico en 1777 inventa la balanza de torsión para medir la fuerza de atracción o repulsión entre dos cargas eléctricas consiguiendo hacia 1785 establecer que la fuerza ejercida entre dos cargas a cierta distancia viene determinada por la hoy conocida como Ley de Coulomb: F= K*(q*q’)/r*r
Lo suyo fue, sin duda, el inicio de una bonita relación que aun perdura en nuestros días, ya que nuestra querida carga electrica, lleva en su honor y con mucho orgullo el apellido Coulomb como unidad de medida dentro del sistema internacional.
De experimento en experimento, matemáticos, físicos y científicos de la vieja Europa se fueron sucediendo desentrañando los misterios de su inefable musa. Es el caso de Hans Oersted, Andre-Marie Ampere o Fracois Arago quienes hacia el año 1820 gracias a sus investigaciones independientes confirmaron la relación que existía entre la electricidad y el magnetismo, generándose así el concepto del electromagnetismo dando lugar mas adelante entre otros descubrimientos al primer motor electromagnético o el motor eléctrico del herrero Thomas Davenport (1802-1851) natural de Vermont, Estados Unidos.
Todo iba sobre ruedas, Georg Simón Ohm (1787-1854) formula hacia el 1827 la ley a la que da nombre; la ley de Ohm: V = R · I, fruto de sus investigaciones entorno a la relación entre la intensidad de la corriente eléctrica, su fuerza electromotriz y como no, su resistencia, pasa a ser el amante infiel de la carga eléctrica en una relación que se resiste a su paso para que no se lleve toda su dicha gracias al ohmio, la unidad de resistencia eléctrica.
Le siguen Michael Faraday (1791-1867) y sus dos leyes fundamentales de la electrólisis, o las cuatro leyes de la electrodinámica del escocés J.C. Maxwell (1831-1879). Gustav Robert Kirchhoff (1824-1887) y sus reglas tan indispensables hoy en día en la resolución de problemas de teoría de circuitos. O James Prescott Joule (1818-1889) quien hoy es por todos recordado por su Ley de Joule y por dar nombre a la unidad de Energía equivalente a 1 watio.
Era una epoca dorada en la que el hombre y la carga, año tras año, se conocían mas y mas, sacándole jugo a su relación en un montón de aplicaciones. Es el ejemplo de Alexander Graham Bell (1847-1922) quien invento el teléfono (o eso decía el) para hablar con sus alumnos sordomudos. O Thomas Alva Edison (1847-1931) quien invento la bombilla incandescente que evita que ahora mismo este escribiendo bajo la luz de las velas. Fue el precisamente quien inaugura hacia el 1882 la primera central eléctrica de Pearl Street en la ciudad de Nueva York, capaz de alimentar con su carga 5000 luces mediante un sistema de corriente continua. Su primera bombilla duraba apenas 40 horas, menudo negocio.
Y de repente, Nikola Tesla (1856-1943), se enamora de ella, la carga eléctrica, inventa la bobina de Tesla, el alternador eléctrico, el rayo de la muerte y alguno hasta insinúa que hizo desaparecer en el Espacio-tiempo el destructor norteamericano USS Eldridge (un bulo de 1956 que aun llega a nuestros días).
Después de pasar por revoluciones, pestes, hambrunas, Napoleon y en un sinfín de relevantes hechos históricos surge en mitad de el recién formado Imperio Alemán de mentalidad prusiana, un tal Albert Einstein (1879-1955) que entre los años 1900-1909 expone públicamente su teoría de la relatividad y la teoría de la naturaleza cuántica del efecto fotoeléctrico, por el que en 1922 consiguió el premio Nobel de la física siguiendo así los pasos de otros colegas del gremio como Hendrik Antoon Lorentz (1853-1928) o Guglielmo Marconi (1874-1937).
Se suceden dos grandes guerras mundiales, y poco a poco, la sociedad evoluciona, la carga nos empieza a seducir a todos. Su uso se extiende y democratiza. La hemos domesticado. Sabemos como y para que utilizarla. Se desarrolla la electrónica, con las primeras válvulas de vacío a modo de transistor moderno. Se alumbran las calles de las grandes ciudades, después los pueblos, se desarrollan electrodomésticos que nos hacen la vida mas fácil, se inventan y distribuyen los primeros ordenadores. Tales como el HP9100A de Hewlett – Packard inicialmente comercializado como si fuese una calculadora ya que la sociedad tenia un concepto de ordenador como un equipamiento de inmensas dimensiones, exactamente el mismo que los actuales supercomputadores. La television, la radio, los satelites, internet, vitroceramicas, placas de inducción, iWatch, Asimo, Pokemon Go!, la Era de las Telecomunicaciones, todo gracias a ella… a nuestra querida carga eléctrica.
Pero… ¿Que es la carga eléctrica?
Conocemos sus consecuencias, la sentimos, desde Thales de Mileto a Albert Einstein, cientos de físicos a lo largo de la Historia han ahondado en el concepto. Sabemos que las hay positivas y negativas, que se atraen y se repelen, que interaccionan con los campos electromagnéticos. Sabemos que a su paso por nuestro cuerpo nos puede dejar literalmente fritos. Pero llegado a este punto, ¿como podríamos resumir a nuestra pareja de nombre carga eléctrica?. Quizás, como una propiedad física intrínseca de algunas partículas subatomicas que se manifiesta mediante fuerzas de atracción y repulsión entre ellas por la mediación de campos electromagnéticos. (O esto dice la Wikipedia).
Quien sabe, sin lugar a dudas, día tras día seguiremos rechistando cada vez que nuestro iPhone se quede sin batería o suframos un apagón de luz en nuestros hogares a causa de algún rayo del condenado Zeus. Seguiremos también, mirando las facturas de nuestras compañías eléctricas con incredulidad preguntándonos porque son tan caras. Y también seguiremos cosas de la curiosidad (concepto intrínseco de la humanidad) y el deseo, buscando respuestas sobre quien es ella y porque nos pone los pelos de punta. Sí, ella. La carga eléctrica.