Como de costumbre llegaba tarde. Imprevistos de última hora, el teléfono cargando, conectado a este mismo ordenador desde el que estoy escribiendo. El vuelo despegaba, sin problemas, eran las 10:55h. ¿Destino? Barcelona, allí la persona que acababa de conocer y yo cogeríamos un taxi y embarcaríamos en la Terminal A del Puerto de la ciudad, en un crucero rumbo al mediterráneo con otros 47 desconocidos.
Todos allí unidos por diversas casualidades, la principal la soledad. No tener a nadie con quien compartir, nadie a quien escuchar, nadie quien te escuche. No poder ser tú mismo por el que dirán. Ya se sabe, amistades vienen y van, unas se quedan, otras no las vuelves a ver más. Todos con sus inquietudes, con su historia detrás, sus usos y sus costumbres, diferentes pero iguales. Y así, esta gran familia de desconocidos se fue conociendo, liberando su mente de prejuicios y disfrutando día tras día de anécdotas variopintas que permanecerán en su retina por tiempo incalculable. ¿Que quien fue mi compañero de camarote? Un sevillano, bueno, granadino, bueno, un andaluz. Sí, como mi padre. Un chaval simpático que también tenía una historia que contar, como todos los demás. Como el extremeño aquel, o la chica de Segovia que tenía novio ¿no era de Madrid? Cierto, ella es de Madrid. También aquellos primos catalanes y sus noches en la cubierta número 7 con todos los demás o la chica aquella de Errezil. ¿Errezil? Sí, un pueblecito de la Gipuzkoa profunda, esas tierras tan desconocidas para muchos. Madrid, Sevilla, Mérida, Gijón, Barcelona, Alicante, Granada, Almería, Zaragoza, Badajoz, Girona, Mallorca, Canarias… de todas partes.
¿Y los lugares? Los lugares inolvidables, Nápoles, Pompeya, Civitavecchia, Roma, Livorno, Florencia, Toulon y Barcelona… ¿que más se puede pedir? Ir a Pisa… o visitar Mónaco. ¿No fuisteis a Pisa? No estaba planificado en la excursión, así que no hubo foto chorra con la Torre Inclinada. ¿Y tampoco fuisteis a Mónaco? El tiempo… rachas de viento de 65 nudos nos impidieron fondear frente a Niza así que al final algunos pudimos ver un inolvidable amanecer desde la popa del barco. Mareos, alcohol, comida, calor, risas, espectáculos, ¡Que Fuerte! Todo acabo en boda «falsa»… simplemente desconexión.
Una lección aprendida… entorno a un viaje emocional desde la perspectiva de un montón de desconocidos que hoy, se conocen una pizca mejor. Inolvidable y agradecido.