Lo reconozco llevaba tiempo dándole vueltas. Buscando las palabras. Pasé del rojo al morado. Del bien al mal. De la sensatez a la locura y a mi paso dejé multitud de victimas que no tenían culpa alguna. Reí, reí y reí, y seguí riendo con fuerza durante todo este tiempo. Pero jamás cesé en mi empeño, ni cesaré jamás. Jamás.
En todo momento fui quien quise ser, estuve con y donde quise estar, hice cuanto desee hacer y nadie ni nada condicionó mis decisiones. Nadie. Nada. ¿Y ahora?
Ahora solo queda el silencio, el mismo silencio dubitativo capaz de atenazar la certidumbre, capaz de hacerla añicos de la manera más simple y sencilla. ¿Difícil? ¿Complejo? Es cuestión de perspectiva, es cuestión de actitud ante la vida. Las barreras, las dificultades son solo el camino hacia la meta. La mayoría están en uno mismo. Libre de prejuicios, libre de complejos.
Nunca tuve que pedir permiso. Al contrario, las puertas se abrieron solas. Nunca tuve que agradar a nadie. Fui yo quien se cerró. Fui yo quien se ocultó. Fui yo quien prefirió vivir como un fantasma, en lo oscuro, en las tinieblas. Fui yo quien prefirió tormento a respirar el aire fresco de un día soleado rodeado de vida y alegría. Fui yo y nadie más que yo quien libre decidió. Quien quiso conocer y conoció, quien pudo comprender a quien nadie más quiso entender. Quien quiso aprender observando. Observo.
A veces se escuchan cuchicheos, otras dimes y diretes, en otras ocasiones creo que soy yo quien me observa clavado en mi sonrisa con gesto serio y egoísta. Juzgándome a mí mismo por delitos cometidos y otros que ni fueron ni verán la luz jamás. Al fin y al cabo, qué sé yo de la vida, si la muerte es mi negocio. Absorbo almas, las esclavizo, las hago mías y cuando más me necesitan, las libero. Las dejo a su suerte. A su libre albedrio. Les doy el poder para decidir su camino. En libertad. Libres.
Es un entrenamiento. Son armas para enfrentarse a la vida que vendrá y que jamás será de color de rosa, ni tan si quiera en blanco y negro. Será purpura como el rastro de un moratón en el rostro, como el dolor de un golpe seco en la espinilla. ¿Dolor o placer?
Desear ser deseado. Desear ser el deseo. Tu deseo. De eso me quedó solo el recuerdo. De aquello me quedó aquel verso y aquel otro. Y por poco quedo lleno de rencor amargo, licor y hielo. Pero no. Jamás cesaré en mi empeño. Cueste lo que cueste, tarde lo que tarde, se interponga quien se interponga. Contagiaré mi sonrisa. Iluminaré y seré iluminado. Compartiré mi ignorancia, compartiré mi alegría. Seré comodín. ¿y tú? ¿Qué serás tú?